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Historia


La historia de Écija es tan amplia como su riqueza artística. La fundación de la ciudad se sitúa en el siglo VIII antes de Cristo, en el ámbito de la civilización tartésica.
Hasta la conquista romana, hacia el 200 a.C., se trató probablemente de un pequeño poblado turdetano de cabañas, emplazada en la ligera elevación conocida como Cerro del Alcázar o de San Gil (“El Picadero”).
La ciudad conoció su mayor etapa de esplendor durante la dominación romana, participó a favor de César en las Guerras Civiles contra Pompeyo y, hacia el año 14 antes de Cristo se fundó ya en el llano la colonia llamada “Augusta Firma Astigi”, una gran ciudad de nueva planta, con calles pavimentadas trazadas en retícula regular, cloacas y red de distribución de aguas, templos, foro, termas y anfiteatro, junto a un puente por el que la Vía Augusta cruzaba el Genil. Desde entonces fue la capital de un extensísimo convento jurídico, uno de los cuatro en los que se dividía la Bética, que comprendía 49 ciudades y abarcaba gran parte de las actuales provincias de Córdoba, Granada y Jaén. Su principal riqueza derivaba del cultivo olivarero y de la exportación del aceite a larga distancia, empleando la vía fluvial por el Genil y el Guadalquivir y luego la marítima desde Sevilla.
La ciudad siguió siendo un importante foco cultural y religioso a la caída del Imperio, en época visigoda, cuando llegó a ser sede de un obispado, y en época islámica, en la que fue capital de provincia durante el emirato y el califato. Los cronistas árabes destacan la fertilidad y riqueza de su territorio, en el que se asentó un importante poblamiento bereber. Los musulmanes introdujeron los cultivos de regadío y, entre ellos, el algodón cuyo desarrollo característico en Écija, llevó a acuñar el sobrenombre de Madînat al-qutn (“La ciudad del algodón”).
En mayo de 1240 Écija fue conquistada por Fernando III y repartida entre nuevos pobladores castellanos, entre ellos muchos nobles, las órdenes militares y la Iglesia. El desarrollo de la gran propiedad terrateniente que ha marcado toda la historia posterior, bajomedieval y moderna arranca, en buena medida, de este reparto feudal y de su desarrollo en la Época Moderna.
En 1402 Enrique III restituyó a Écija el título de “Ciudad”. Los favores reales siguieron: Carlos I añade el título de “Muy leal” al de “Muy noble” que ya ostentaba Écija. Felipe V le otorga el nombramiento de “Constante, leal y fidelísima” en 1710. Todo el siglo XVIII, considerado “El siglo de oro ecijano”, vive un esplendor de construcciones civiles y de iglesias, vinculado a la concentración de la propiedad y del poder eclesiástico y aristocrático: no en vano en esta época radicaron en la ciudad unos 40 títulos nobiliarios, 13 de ellos Grandes de España.
Mimada por la realeza, en 1880 Alfonso XII otorga al Ayuntamiento el tratamiento de “Excelentísimo”. Ya en nuestro siglo, concretamente en 1966, recibe un nuevo título, tan merecido o más que los anteriores: el de “Conjunto Histórico-Artístico”.



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